Arbusto se va de elecciones
Ayer por la tarde se celebraron elecciones para los puestos ejecutivos de cierto departamento de la Universidad de Kabul, prestigiosa institución educativa que entre otros errores se dedica a darme el dinero suficiente para sobrevivir por estos lares. Aunque los estatutos requieren votaciones anuales, en los dos últimos años ni siquiera llegó a haber votaciones porque había candidatos únicos para las plazas. Es decir: que los lameculos de siempre dejaban su puesto para ser inmediatamente reemplazados por versiones corregidas, revisadas y aumentadas de nuevos especimenes lameculetes. Cuando parecía que la farsa “democrática” iba a repetirse un año más, un grupo de personas tuvimos una estúpida idea el jueves por la noche: ¿por qué no preparar una candidatura alternativa? No sé qué nos llevó a lanzarnos a ello (quizá el consumo de cervezas a una velocidad inadecuada) pero la cosa es que ayer viernes nos presentamos en la votación con una candidatura integrada por una ucraniana, un neozelandés (de padres hindúes) y servidor Arbusto. La ucraniana competía con el favorito local por el puesto de presidente, mientras que su secuaz neozelandés aspiraba a ser vicepresidente en dura pugna con un tipo de Ohio cuyo mayor mérito (destacado por él mismo en el discurso previo a la votación) es haber ido a predicar la democracia (american style, se entiende) a Georgia y otras antiguas repúblicas soviéticas. El tercero en discordia era señor Arbusto, pugnando con una barbie local por el excitante puesto de… ¡tesorero!
Como dije en mi discursito (porque se me obligó a dar un discurso, por cierto) yo no tenía ni puta gana de meterme en estos politiqueos, y menos de tesorero. Pero todos sabemos que (léase con voz entrecortada) si tus amigos te piden que les ayudes no les puedes decepcionar, etc. Después de una tensa ronda de discursos y el preceptivo intercambio de miradas entre los candidatos oficialistas y los, bueno, los otros candidatos, se procedió a una votación secreta. Los resultados, según el presidente saliente, fueron muy ajustados.
No pude evitar una sonrisa de satisfacción cuando leyeron los resultados. Qué gustazo.
Volví a casa exultante, no tanto por la victoria electoral sino por el hecho de que ninguno de nosotros esperaba ocupar unos cargos que ya estaban decididos de antemano. Copycat llegó del trabajo unos minutos después, y la recibí con dos de las construcciones sintácticas más bellas del mundo: “¡Hemos ganado!” y “¡Les hemos dado por el culo a esos cabrones!” . La buena de Copycat compartió de inmediato mi alegría, lo cual no me extraña visto los años que lleva aguantando mis estupideces y mis continuas promesas de que algún día tendré un trabajo decente. Y es que una buena noticia siempre es una buena noticia, ¿no?
Lo mejor de todo fue cuando me dijo: “bueno, ¿y cómo va a ser ahora tu vida de tesorero?”. A lo que yo le contesté: “¿Tesorero? ¿Quién cojones quiere ser tesorero?”
Y es que no he querido decir, amigos lectores, que fueron mis colegas los que ganaron los puestos de presidente y vicepresidente, pero que yo (afortunadamente) no salí elegido para el de tesorero. Nunca una derrota me supo tan bien.
Como dije en mi discursito (porque se me obligó a dar un discurso, por cierto) yo no tenía ni puta gana de meterme en estos politiqueos, y menos de tesorero. Pero todos sabemos que (léase con voz entrecortada) si tus amigos te piden que les ayudes no les puedes decepcionar, etc. Después de una tensa ronda de discursos y el preceptivo intercambio de miradas entre los candidatos oficialistas y los, bueno, los otros candidatos, se procedió a una votación secreta. Los resultados, según el presidente saliente, fueron muy ajustados.
No pude evitar una sonrisa de satisfacción cuando leyeron los resultados. Qué gustazo.
Volví a casa exultante, no tanto por la victoria electoral sino por el hecho de que ninguno de nosotros esperaba ocupar unos cargos que ya estaban decididos de antemano. Copycat llegó del trabajo unos minutos después, y la recibí con dos de las construcciones sintácticas más bellas del mundo: “¡Hemos ganado!” y “¡Les hemos dado por el culo a esos cabrones!” . La buena de Copycat compartió de inmediato mi alegría, lo cual no me extraña visto los años que lleva aguantando mis estupideces y mis continuas promesas de que algún día tendré un trabajo decente. Y es que una buena noticia siempre es una buena noticia, ¿no?
Lo mejor de todo fue cuando me dijo: “bueno, ¿y cómo va a ser ahora tu vida de tesorero?”. A lo que yo le contesté: “¿Tesorero? ¿Quién cojones quiere ser tesorero?”
Y es que no he querido decir, amigos lectores, que fueron mis colegas los que ganaron los puestos de presidente y vicepresidente, pero que yo (afortunadamente) no salí elegido para el de tesorero. Nunca una derrota me supo tan bien.