domingo, julio 30, 2006

Los tatuajes, una cuestión delicada

Conviene tener cuidadito con el tema tatuajes. Lo que antes era una práctica casi exclusiva de marineros y chicos malos es ahora algo habitual entre la gente joven. El problema es que el grado de madurez de los tatuados suele ser, por desgracia, inversamente proporcional a la pasta que cuesta el caprichito. Por eso digo que más vale pensarse la cosa un par de veces. Por si acaso.

Conozco un chaval que quiso tatuarse el nombre de su novia (creo que era su primera novia formal, él tenía 18 o 19 años). Por suerte, al final no lo hizo, y digo por suerte porque un tiempo después aquella relación se acabó. ¿Qué habría hecho el chico entonces? Quizá habría actuado como ese 20% de consumidores que acuden a tecnología láser para borrarse el tatuaje: es decir, doble gasto de dinero. Yo, de haber sido él, me habría dejado la inscripción porque la chica se llamaba África, así que más o menos se puede ir tirando. Si tu ex novia se llama Conchita, Mariluz o similar, la cosa se pone muy chunga, pero si es África siempre puedes salir con que estás “comprometido con los más pobres”. Con la ayuda de Copycat, me he puesto a pensar en otros nombres fácilmente reciclables: Marina (puedes decir que has estado en el ejército), América (“oh, adoro ese continente”), Curro (para aquellas que sean fans de la mascota de la Expo 92)… dice Copycat que Magdalena es perfecto sobre todo si tu novia se llama Martínez de apellido: con sólo ponerte “s” ya tienes trabajo asegurado como hombre anuncio de “Magdalenas Martínez”.

Como decía, este chico no se tatuó el nombre de la novia. En lugar de esto, él y ella decidieron ponerse un símbolo chino para sellar un amor que se suponía “eterno”. Es la ventaja de tener un símbolo oriental: que nadie sabe lo que pone. Pero, ¿lo sabe la persona que lo lleva? Me imagino la cara de los chinos que viven en España cuando ven a alguien con una inscripción en el brazo o en la espalda, normalmente hecha a partir de un diseño bajado de internet en una tienda en la que tienen poco de sinólogos. Este es un gran problema detectado por Arbusto: los que trabajan en el mundo de los tatuajes no se preocupan por comprobar qué-cojones-significan-esos-simbolitos. Y luego pasa lo que pasa. A Britney Spears, por ejemplo, le tatuaron “Extraña” en lugar de “Misteriosa”. En este blog se recogen numerosos gazapos, como el de una chica de Vancouver que pidió que le pusieran “Amor” y acabó con “Lavabo”. Conclusión arbustiana: si te vas a inscribir algo en la piel, asegúrate primero de lo que significa.

Mi crítica a los tatuajes cazurros se extiende a muchos otros aspectos: te pones la cara de Jesucristo y diez años después pierdes la fe; o eliges el Ché Guevara y luego acabas metido en el Opus Dei. Casos extremos, sin duda, pero estoy seguro de que los hay mucho peores (me imagino a Luis Enrique con un tatuaje del Real Madrid en sus años mozos).


2 Comments:

At 8:06 p. m., Anonymous Anónimo said...

Saludos, Arbusto y lectores. Acabo de regresar de mi merecido descanso de ¡16 días seguidos! y llevo una hora partida de la risa con las interesantes reflexiones que habéis escrito tú y otros. A ver si cuando esté currando actualizamos a este ritmo y calidad, que ya me conozco el percal y me veo más aburrida que una mona lo que queda de verano.

 
At 12:25 p. m., Anonymous Anónimo said...

Yo me he tatuado una rosita roja y una mariposita amarilla en la nalga izquierda y estoy encantada de que no se quite nunca, de acuerdo que me lo hice de colores y me costó una pasta, pero me mereció la pena, me gusta mucho vérmelo

 

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