jueves, enero 05, 2006

Wi-fi

Termina hoy mi periplo navideño. Es momento de coger las maletas y reiniciar el exilio trasatlántico. Espero que el viaje transcurra sin problemas, aunque tengo escala en uno de mis aeropuertos más odiados: Frankfurt. Me conformaría con que una agresiva policía teutona (valga la redundancia) no se empeñe en demostrar que mi pasaporte es falso. Lo que me costó librarme de esa zorra cuando tuve el incidente en 2001...

¿Qué ha sido lo mejor de las vacaciones? La comida, sin duda. Pero también hubo algunos momentos cachondos:

Lo malo de pasar las vacaciones en mi casa familiar es que allí no soy el puto amo de la tecnología. Mi padre me arrebata los galones sin piedad alguna. Estas navidades, mientras yo he sido incapaz de bajarme una película entera desde mi portátil, él se bajó un curso de inglés (1,4 gigas) y una selección The Best of Greek Music (1 giga) en un par de días. Parece ser que tiene una versión del eMule más avanzada que la mía, y aprovecha para modificar los parámetros de conexión y descargar a toda leche. Yo lo he intentado y no he conseguido acelerar nada.

Para evitar que todos los hermanos nos peleemos por el ordenador de casa, mi progenitor compró un router y nos dio unas tarjetas inalámbricas. Hasta aquí todo bien, ¿no? Mi madre, que no entiende mucho de informática, nunca fue partidaria del internet sin hilos, habida cuenta de la dudosa moralidad de nuestros vecinos más cercanos. El primer día, mi casa era lo más parecido a la Internet Party esa que hacen en verano: hasta el tato estaba conectado a la red. Pero, apenas 15 o 20 horas más tarde, mi portátil dejaba de funcionar. Y el caso es que la señal de red seguía perfectamente. ¿Qué pasaba?

Mi madre no necesitó mucho tiempo para decir: “nos están chorizando internet”. Así, tal cual, tan castizo y con un tono levemente macarra. Mi padre se reía: “tú siempre igual, joder”. El caso es que revisó el router y, efectivamente, nuestros amables vecinos ya estaban practicando el deporte nacional de gorronear internet. Después de cambiar la contraseña y proteger la conexión, pudimos volver a navegar sin problemas. Aunque, a decir verdad, eso fue después de que mi madre se asomara al patio y gritara a los inquilinos de al lado:

“¡Chorizos punto com!” “¡Chorizos punto com!”


Pues eso. Cuidaos mucho en este 2006 y no robéis internet wi-fi a nadie. Son asuntos sucios, os lo dice Arbusto el guerrero.

1 Comments:

At 1:59 p. m., Anonymous Anónimo said...

Arbusto, yo creo que el hombre es bueno por naturaleza, es la sociedad la que le lleva al vicio. Y cuando se trata de wi-fi está más que claro. ¿Conoces tú a un tío más íntegro y de principios más sólidos que mi amado D.? No creo. Pero las circunstancias y tus amigos los ladrones de Wannadoo le han llevado a robar impunemente internet a varias empresas y particulares cercanos. Incluso, perfeccionista como es, aprendió trucos para coger mejor la señal ayudado de una lata de patatas Pringels y, para qué negarlo, no deja de causarme admiración. En fin, buen viaje. Te veo en tu 1ª escala.

 

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