lunes, agosto 01, 2005

Otro imbécil



He visto mucha gente gilipollas en mi vida (el 90 por ciento de los cuales se dedican a escribir en blogs, por cierto). Pero ninguno, ninguno tan imbécil e insoportable como Letton Hewitt. Estoy hablando de un tenista australiano que carece de calidad alguna, motivo por el recurre a una estrategia tan básica como antigua: tocar los cojones al contrario. Se dice de él que es "luchador", "impetuoso" y, como dice su padre, "cuanto más presión le meten, mejor juega". Digo yo que no debió de sentir mucha autoestimulación en la final de la Copa Davis de 2000, en Barcelona, cuando hizo el ridículo ante un jovencísimo Juan Carlos Ferrero (quién te ha visto y quién te ve, por cierto). En 2003, el capullo de Hewitt formó parte del equipo que se tomó la revancha ante España, no tanto gracias a un mejor tenis sino a artimañas como 1) Montar un conflicto diplomático antes del primer partido, para solaz de admiradores del Himno de Riego; 2) Elegir como pista de la final un trozo de hierba en Melbourne, más propio para fines agrícolas ("por aquí van las vacas en mi pueblo", que diría Robredo) que de un torneo de alto nivel.

Hewitt es subnormal, y encima lo apodan "Su satánica majestad". Su puta madre, que diría yo. Y no sólo lo dice un miserable arbusto: hace unas semanas, el argentino Coria se lanzó contra él dispuesto a partirle la cara. Lástima que lo sujetaron, porque le tenía ganas: insultos desde el otro lado de la red, gestos ofensivos... todo lo que sea por mosquear al rival. Se nota que su actividad sexual con la belga Kim Clisters no tuvo que ser del todo satisfactoria, lo cual no me extraña viendo que está más gordas que los animales que pastan en la hierba favorita de Hewitt.

En un momento de depresión, Hewitt dijo que iba a abandonar el tenis para dedicarse al fútbol australiano. Si finalmente lo hace, el mundo será un poco mejor.